19 noviembre 2012

De la amnistía fiscal al "papeles para todos" (los especuladores)





               Hay un debate político y filosófico eterno entre los que creen que las acciones humanas deben ser juzgadas por sus efectos y los que creen que lo importante es la intención. El PP ha dejado obsoleto ese dilema con una batería de medidas que son tan inútiles como inmorales. La amnistía fiscal era hasta hora la referencia en esa nueva categoría, porque al problema ético que puede suponer el perdonar los impuestos sin preguntar  el origen de esas rentas, se une que la medida no está sirviendo para nada, puesto que apenas ha atraído a 50 de los 2.500 millones de euros que esperaban lavar. Lógico, porque al final ética y estética no están tan lejos, y una amnistía sólo tiene sentido si va acompañada de medidas coercitivas contundentes que modifican el ámbito legal de forma tal que por un lado pueden justificar disposiciones transitorias y, de otro, suponen un verdadero incentivo para acogerse a una medida que de otra forma carece de sentido.

               Como el equipo económico del PP hace tiempo que compite entre sí en muchos sentidos, y en particular en elevar el listón del desatino, el Ministerio de Economía lanza ahora la idea de regalar un permiso de residencia con cualquier adquisición de viviendas con valor superior a 160.000 euros. Está claro que España como país necesita vender activos como forma de reducir el fuerte endeudamiento exterior, y la mejor forma es con los activos inmobiliarios, que suponen lo que yo llamaba hace dos años “el otro lado de la deuda”. Ahora bien, aparte de la intención última de la medida, deberíamos dedicarle dos minutos a la forma y al fondo de la propuesta. En cuanto a la forma, es indecente que quienes hace 8 años les negaban derechos a los trabajadores que ya estaban en España trabajando y una empresa quería contratarlos, ahora quieran darle esos mismos derechos a extranjeros que no están en España y no lo necesitan más que para algún tipo de oscura intención. Los mismos que han restringido la Seguridad Social a las personas que conviven entre nosotros se la ofrecen a cualquier persona del mundo con capacidad para comprar una casa, o que esté interesado en la protección legal que le brinde la residencia española.

               Si nos tapamos la nariz y miramos la eficacia previsible de la medida, observamos que parece ser similar a la de la amnistía. Los ciudadanos comunitarios que quieran comprar una vivienda no necesitan el permiso de residencia; los extracomunitarios que quieran disfrutar de vacaciones en España y dispongan de evidentes medios económicos para ello, tampoco, puesto que ya obtienen sin problemas el visado de turista. Quizá se podría relajar en algún caso la normativa que se aplica para dichos visados, ahora que la presión migratoria es menor, pero el permiso de residencia a cambio de una adquisición suena a que por cada caso que realmente cumpla con el objetivo habrá muchos con los perfiles más variados.

               Debemos esperar a ver cómo se concreta esta última ocurrencia. Que se haya difundido el mismo día en que hemos conocido que por primera vez los beneficios han superado a los salarios en España no parece trivial., sino la consecuencia de una política orientada al sufrimiento de la mayoría. Los creadores de un modelo basado en la especulación no renuncian a su criatura a pesar de su evidente fracaso; se trata, tan sólo para ellos, de bajar un poco más el listón moral de la sociedad y esperar a ver si hay suerte. Me temo que no la vamos a tener, tanto si la medida funciona como si no.






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