09 octubre 2012

El sacrificio inútil de (casi) todo el país



            
El guardián del sistema económico mundial, el FMI acaba de hacer un pronóstico y una recomendación para España: el pronóstico es que vamos a ser la segunda economía que peor se comporte en 2013 en todo el mundo después de Grecia. La recomendación es que nos tomemos las políticas de consolidación fiscal más como una maratón que como una carrera de velocidad, porque el efecto contractivo que tienen reducciones drásticas del gasto público puede implicar reducciones de los ingresos públicos que hagan inútiles los sacrificios que se le piden a los ciudadanos.

            La teoría económica,  a mi juicio, puede explicar de manera limitada y parcial  esa relevancia  crucial del ritmo de la consolidación. Si el sector público deja de gastar una cantidad  determinada, es claro que puede tener un efecto sobre la actividad económica y a su vez sobre la recaudación, e incluso sobre el gasto en desempleo, pero esos efectos indirectos deberían tener una cuantía menor que el recorte inicial. ¿Cuál es la diferencia entre la teoría y la realidad española?

           La diferencia tiene fecha de nacimiento: mayo de 2012. En ese mes el gobierno de Rajoy explicita que el Estado español va a financiar a la banca con todo el dinero que necesite; es más, le dice al nuevo presidente de Bankia que ponga él la cifra. Pero el efecto de ese cheque en blanco es inmediato en los mercados y la prima de riesgo, que venía comportándose bien, como cabe esperar ante un nuevo gobierno con mayoría absoluta, se dispara porque interpreta el cheque en blanco como un cheque quizá sin fondos suficientes. La primera implicación de este efecto es que el rescate a la banca nos está costando dinero a todos los españoles desde ese momento y cada vez que debemos ir a los mercados a financiarnos. La segunda implicación es que pervierte el efecto de los recortes: ahora no sólo implican menos actividad y menos recaudación, sino que, además, implican más impagos a los bancos y gracias al efecto cheque en blanco, más deuda pública final y más dudas sobre su sostenibilidad, más prima de riesgo y más coste de financiación actual; y por ahí sí se va cualquier efecto del recorte sobre el déficit.

            El PP vendía como una certeza desde la oposición el efecto Laffer, según el cual bajar los impuestos aumenta la recaudación. Ni lo ha intentado, pero a cambio ha generado el curioso efecto Rajoy, según el cual un recorte del gasto público no consigue reducir el déficit. El problema es que mientras tanto el efecto real de las políticas de Rajoy está siendo demoledor sobre las condiciones de vida de millones de españoles, y sobre la estabilidad del conjunto del país.

            Lo que necesitamos son tres cosas. En primer lugar, acotar el sacrificio que los españoles deben hacer para repagar una deuda que no es suya; en segundo lugar, asumir una senda creíble y con componentes distintos de ajuste fiscal y, por otro lado, un debate sereno sobre las formas de impulsar el crecimiento, que es el verdadero problema. El impulso a las exportaciones y la mejora de su financiación deberían estar en el centro de ese debate y ahora mismo están sufriendo como todos los rigores de la política de Rajoy, que va además del sufrimiento presente, va a lastrar el futuro de una forma dramática. Ninguna de las tres cosas se incluye en los Presupuestos para  2013.  

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