El guardián del sistema económico mundial, el FMI acaba de hacer un pronóstico
y una recomendación para España: el pronóstico es que vamos a ser la segunda
economía que peor se comporte en 2013 en todo el mundo después de Grecia. La
recomendación es que nos tomemos las políticas de consolidación fiscal más como
una maratón que como una carrera de velocidad, porque el efecto contractivo que
tienen reducciones drásticas del gasto público puede implicar reducciones de
los ingresos públicos que hagan inútiles los sacrificios que se le piden a los
ciudadanos.
La teoría económica, a mi juicio, puede explicar de manera limitada y
parcial esa relevancia crucial del ritmo de la consolidación. Si el
sector público deja de gastar una cantidad determinada, es claro que
puede tener un efecto sobre la actividad económica y a su vez sobre la
recaudación, e incluso sobre el gasto en desempleo, pero esos efectos
indirectos deberían tener una cuantía menor que el recorte inicial. ¿Cuál es la
diferencia entre la teoría y la realidad española?
La diferencia tiene fecha de nacimiento: mayo de 2012. En ese mes el gobierno
de Rajoy explicita que el Estado español va a financiar a la banca con todo el
dinero que necesite; es más, le dice al nuevo presidente de Bankia que ponga él
la cifra. Pero el efecto de ese cheque en blanco es inmediato en los mercados y
la prima de riesgo, que venía comportándose bien, como cabe esperar ante un
nuevo gobierno con mayoría absoluta, se dispara porque interpreta el cheque en
blanco como un cheque quizá sin fondos suficientes. La primera implicación de
este efecto es que el rescate a la banca nos está costando dinero a todos los
españoles desde ese momento y cada vez que debemos ir a los mercados a
financiarnos. La segunda implicación es que pervierte el efecto de los
recortes: ahora no sólo implican menos actividad y menos recaudación, sino que,
además, implican más impagos a los bancos y gracias al efecto cheque en blanco,
más deuda pública final y más dudas sobre su sostenibilidad, más prima de
riesgo y más coste de financiación actual; y por ahí sí se va cualquier efecto
del recorte sobre el déficit.
El PP vendía como una certeza desde la oposición el efecto Laffer, según
el cual bajar los impuestos aumenta la recaudación. Ni lo ha intentado, pero a
cambio ha generado el curioso efecto Rajoy, según el cual un recorte del
gasto público no consigue reducir el déficit. El problema es que mientras tanto
el efecto real de las políticas de Rajoy está siendo demoledor sobre las
condiciones de vida de millones de españoles, y sobre la estabilidad del
conjunto del país.
Lo que necesitamos son tres cosas. En primer lugar, acotar el sacrificio que
los españoles deben hacer para repagar una deuda que no es suya; en segundo
lugar, asumir una senda creíble y con componentes distintos de ajuste fiscal y,
por otro lado, un debate sereno sobre las formas de impulsar el crecimiento,
que es el verdadero problema. El impulso a las exportaciones y la mejora de su
financiación deberían estar en el centro de ese debate y ahora mismo están
sufriendo como todos los rigores de la política de Rajoy, que va además del
sufrimiento presente, va a lastrar el futuro de una forma dramática. Ninguna de
las tres cosas se incluye en los Presupuestos para 2013.
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