Más autonomía
fiscal quizá suene parecido a la corresponsabilidad que tantas veces se ha
demandado a las autonomías, que, en algunos casos, gastan mucho en buena medida
porque no lo tienen que recaudar. Sin embargo, cuando han tenido esa autonomía,
la derecha y/o los nacionalistas, la han usado para rebajar impuestos, y por ahí
han muerto (o casi) figuras como Patrimonio o Sucesiones. Sobre esta
contradicción creo que habría que hacer dos puntualizaciones importantes.
En primer
lugar, la descentralización fiscal en España se hizo empezando con figuras
“pequeñas”, y no se pensó en que debía cumplir con tres objetivos. El primero,
suficiencia, para alcanzar la consabida corresponsabilidad es conveniente que,
más allá de las compensaciones necesarias, uno recaude lo que quiere gastar y
la gente sepa lo que le cuesta cada competencia. En segundo lugar, tendría que
haber una cierta correspondencia entre el comportamiento cíclico de ingresos y
gastos, porque en España se transfirió a las Comunidades gastos muy rígidos,
como educación y sanidad e ingresos muy volátiles, como Transmisiones
Patrimoniales, y así van. Por último, y quizás más importante, desde David
Ricardo se sabe que los impuestos son tanto más ineficientes cuanto más
responde la base impositiva a cambios en dicho impuesto. Y una forma de
responder es irse a otro sitio. Los impuestos sobre Patrimonio y Sucesiones
afectan a bases imponibles que es fácil trasladar de Comunidad, porque las
personas de elevados patrimonios suelen tener varias viviendas en las que poder
fijar su residencia fiscal sin mayores problemas.
Si trasladamos
nuestro punto de vista a la esfera internacional observamos que la mayor fuente
de fraude fiscal (o elusión, que es una forma más sutil del mismo) no es la
pequeña escala local, sino la capacidad de grandes capitales y empresas de
jugar con su movilidad para subastar a la baja su factura fiscal. Empresas con
grandes beneficios en España no tributan porque trasladan con trucos contables
sus beneficios a otras filiales ubicadas en paraísos fiscales, que son la otra
cara del infierno social que representa la crisis.
Hace unos
meses surgía en Suráfrica la idea de crear Inspectores sin fronteras, como una organización
cercana a la ONU
para ayudar a los países en vías de desarrollo a mejorar sus sistemas fiscales.
Más allá de las bondades de ese objetivo, necesitamos que una organización como
esa, o cualquier otra de entre las muchas que todos los organismos
internacionales tienen, vaya consolidando la idea de que sólo limitando la
absoluta impunidad con la que las mayores rentas mundiales se liberan de
impuestos podremos conseguir los fondos necesarios para que las crisis
solapadas con las que se enfrenta el mundo tengan una respuesta adecuada.
No necesitamos
más andorras ni más gibraltares en lo fiscal. Con todo el respeto que tienen
que tener los deseos democráticamente expresados, y entendiendo, además,
algunas de sus motivaciones, creo que empezar por las haciendas es una muestra
de un camino equivocado, que la izquierda debemos hacer notar.
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