18 septiembre 2012

Competencia fiscal o inspectores sin fronteras





Más autonomía fiscal quizá suene parecido a la corresponsabilidad que tantas veces se ha demandado a las autonomías, que, en algunos casos, gastan mucho en buena medida porque no lo tienen que recaudar. Sin embargo, cuando han tenido esa autonomía, la derecha y/o  los nacionalistas,  la han usado para rebajar impuestos, y por ahí han muerto (o casi) figuras como Patrimonio o Sucesiones. Sobre esta contradicción creo que habría que hacer dos puntualizaciones importantes.

En primer lugar, la descentralización fiscal en España se hizo empezando con figuras “pequeñas”, y no se pensó en que debía cumplir con tres objetivos. El primero, suficiencia, para alcanzar la consabida corresponsabilidad es conveniente que, más allá de las compensaciones necesarias, uno recaude lo que quiere gastar y la gente sepa lo que le cuesta cada competencia. En segundo lugar, tendría que haber una cierta correspondencia entre el comportamiento cíclico de ingresos y gastos, porque en España se transfirió a las Comunidades gastos muy rígidos, como educación y sanidad e ingresos muy volátiles, como Transmisiones Patrimoniales, y así van. Por último, y quizás más importante, desde David Ricardo se sabe que los impuestos son tanto más ineficientes cuanto más responde la base impositiva a cambios en dicho impuesto. Y una forma de responder es irse a otro sitio. Los impuestos sobre Patrimonio y Sucesiones afectan a bases imponibles que es fácil trasladar de Comunidad, porque las personas de elevados patrimonios suelen tener varias viviendas en las que poder fijar su residencia fiscal sin mayores problemas.

Si trasladamos nuestro punto de vista a la esfera internacional observamos que la mayor fuente de fraude fiscal (o elusión, que es una forma más sutil del mismo) no es la pequeña escala local, sino la capacidad de grandes capitales y empresas de jugar con su movilidad para subastar a la baja su factura fiscal. Empresas con grandes beneficios en España no tributan porque trasladan con trucos contables sus beneficios a otras filiales ubicadas en paraísos fiscales, que son la otra cara del infierno social que representa la crisis.

Hace unos meses surgía en Suráfrica la idea de crear Inspectores sin fronteras, como una organización cercana a la ONU para ayudar a los países en vías de desarrollo a mejorar sus sistemas fiscales. Más allá de las bondades de ese objetivo, necesitamos que una organización como esa, o cualquier otra de entre las muchas que todos los organismos internacionales tienen, vaya consolidando la idea de que sólo limitando la absoluta impunidad con la que las mayores rentas mundiales se liberan de impuestos podremos conseguir los fondos necesarios para que las crisis solapadas con las que se enfrenta el mundo tengan una respuesta adecuada.

No necesitamos más andorras ni más gibraltares en lo fiscal. Con todo el respeto que tienen que tener los deseos democráticamente expresados, y entendiendo, además, algunas de sus motivaciones, creo que empezar por las haciendas es una muestra de un camino equivocado, que la izquierda debemos hacer notar.

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