Si antes de la llegada de
Donald Trump a la Casa Blanca era muy necesario el reforzamiento del proyecto
europeo para gobernar la globalización frente a la antiglobalización o la globalización sin
gobierno, ahora es más urgente fortalecer las políticas y las instituciones europeas para liderar y
defender en el mundo el comercio internacional -eso sí, más justo-,
y los valores del “sueño” europeo. Para ello se exigen convicciones si cabe más firmes y un Plan
claro y con capacidad de ejecución a prueba de inconvenientes internos y
externos.
Ante los proyectos
aislacionistas de la nueva administración americana, necesitamos robustecer el
proyecto europeo para defender con fuerza y eficacia los acuerdos internacionales y los derechos
fundamentales atacados.
Es ahora más urgente
afianzar la Unión Europea para construir una política de seguridad e
inteligencia común ante las amenazas terroristas, todo ante el nuevo rumbo de
las políticas de defensa y seguridad del gobierno Trump.
También, ante la nueva
política comercial de EE.UU (no sabemos si cambiará la orientación la OMC), tenemos que defender en el mundo y
ante los países iberoamericanos el intercambio comercial. Eso sí, un comercio
que respete los derechos de los trabajadores y el medio ambiente.
Así mismo, la UE tendrá
que liderar en la esfera mundial un
nuevo paradigma internacional sobre la gobernanza de los impuestos, sobre una
fiscalidad más justa y contra la impunidad con los paraísos fiscales, que
permitan financiar las políticas redistributivas, en gran parte porque entre el grupo de países
que ahora compiten por bajar los impuestos también está con claridad EE. UU.
La desregulación
financiera que comienza a poner en marcha la administración Trump con el
desmantelamiento de la ley Dobb-Frank, y ante la interconexión de las entidades
financieras en todo el mundo, la UE también tendrá que liderar un marco
regulatorio internacional que apuesta por la transparencia y unas exigencias de
capital que doten de solvencia y estabilidad al sistema financiero.
Es la primera vez que
escuchamos por boca de un representante del gobierno norteamericano una
declaración contraria a la permanencia de la Unión Europea y de la moneda
única. Ni siquiera por parte de administraciones como la de Bush o Reagan esto
habría sido imaginable. Ante semejante órdago solo cabe avanzar en el diseño de
la UE con las herramientas necesarias para mantener una economía social de
mercado, unas activas políticas
redistributivas y derechos civiles y
sociales.
Al nuevo esquema
internacional no se puede responder de manera eficaz mirando para otro lado
como si no fuera con nosotros, o renacionalizando las políticas que terminen sacando a España del Euro. Se responde con más
Europa. Solo el proyecto europeo permitirá que nuestros conciudadanos puedan
tomar el control para hacer frente a la incertidumbre y para que consigan vivir
mejor. Y la nueva geometría que se abre en el mundo también es una oportunidad
para el futuro del propósito europeo.
Hay muchas razones por
las que el gobierno de España tiene en esta coyuntura que liderar en el seno de la Unión las reformas y
el impulso de las instituciones y las políticas europeas.
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