La crisis impactó de manera
asimétrica al conjunto de la sociedad española, de tal forma que se incrementó
la desigualdad en salarios, rentas, oportunidades y también desde un punto de
vista territorial. A ello también contribuyó la política laboral del Gobierno. La política fiscal y presupuestaria debería
haber tenido entre sus prioridades, en la recesión económica, favorecer la reducción de la desigualdad, pero no lo
hizo, y ahí están los datos de incrementos de la desigualdad en nuestro país.
Se nos dijo que la reducción del déficit público era lo primero.
Dado que desde hace trece
trimestres los datos macroeconómicos confirman que la recuperación es una
realidad, la política fiscal debería utilizarse para cohesionar a nuestra
sociedad y compensar a la mayoría social del dolor y sufrimiento padecido en la
crisis. Ahora que nuestro país está creciendo, se podría pedir un esfuerzo a los que más
tienen para reducir el déficit y la desigualdad.
Sin embargo, las verdaderas
intenciones del Gobierno no son
otras que tener un Estado del bienestar
mínimo y jibarizado. Por tanto, no tienen entre sus prioridades reducir la
desigualdad. En concreto, en los PGE para 2017 el gasto social va a seguir
perdiendo peso en la riqueza nacional y haciendo perder poder adquisitivo.
Si repasamos el proceso de
consolidación en nuestro país desde 2014, año con crecimiento económico positivo,
hasta las previsiones del Gobierno para 2017, se puede comprobar que los
ingresos totales se reducirán un 0,7% en relación al PIB y los gastos un 3,6%.
Estos últimos han pasado del 44,9 del PIB al 41,3%.
El Gobierno dijo a los
españoles que tenían que apretarse el cinturón, pero Rajoy no tuvo empaño poco
antes de las elecciones aprobar una reforma fiscal por la que se regaló- en gran parte- a las rentas más
altas y a las grandes empresas, entre reforma fiscal propiamente dicha y el juego de los mecanismos del Impuesto de
Sociedades, la friolera de 18.000 millones de euros.
Aquí es donde a la derecha
española se le ve la patita: hay que reducir el déficit, pero como los ingresos
son insuficientes -en parte porque se bajan los impuestos a los más pudientes-,
hay que recortar el gasto, eso sí, alejándonos de la media europea en cuanto al
nivel de servicios públicos fundamentales.
De acuerdo con la Actualización del Plan Presupuestario 2017,
el gasto social del conjunto de administraciones públicas crecerá en términos
nominales 1,39% respecto de 2016, pero la inflación lo hará por encima del 1,5%
y más de un 4,1% el PIB nominal, luego el gasto social perderá poder de compra
y peso en el PIB. En concreto, el gasto social representaba el 28,4% del PIB en
2014 y se comprimirá al 26,8% en 2017.
Y todo ello hubiese sido peor sin el Real Decreto Ley de finales de 2016
pactado con el PSOE, que
posibilitaba aumentar los ingresos públicos en 7.000 millones de
euros, por la vía del impuesto de
sociedades y la lucha contra el fraude
fiscal.
Por cierto, por lo que hace
referencia a los ingresos tributarios, en el informe de la AIREF sobre las previsiones macroeconómicas del
Proyecto de Presupuestos 2017, se señala
que las medidas aprobadas en el Congreso
en diciembre de 2016, a través del Real Decreto Ley que el Grupo
Socialista pactó con el Gobierno,
reducen la incertidumbre sobre los ingresos en 2017, y no está claro que
tenga un impacto negativo sobre las empresas y sus decisiones de inversión,
ante la presencia de “buffers de liquidez y acceso a crédito nuevo”.
Por poner un ejemplo de la
insensible política fiscal del Gobierno,
la remuneración de los asariados en porcentaje del PIB ha pasado del 51%
en 2009 a representar alrededor del 47% en 2013 y en adelante, y sin embargo,
el Gobierno ha contribuido a incrementar
el Excedente Bruto de Explotación por la vía de reducir el Impuesto de
Sociedades, de forma que por el mencionado impuesto la
Agencia Tributaria(AEAT) recaudará en
2017 en torno a la mitad de lo ingresado
en 2007, cuando la cuantía de los beneficios de las empresas son similares a los existentes en aquel año.
Por tanto, y en referencia a
los PGE17, se seguirá reduciendo la cobertura por desempleo, los pensionistas
están abocados a perder un 10% de poder
adquisitivo en los próximos cinco años si nadie lo remedia, los empleados
públicos también seguirán perdiendo poder adquisitivo, las becas y los gastos
en educación y sanidad continuarán disminuyendo su peso en el PIB. En definitiva, los PGE17
responden a los objetivos políticos del Gobierno, que no son otros que tener un
Estado social mínimo y jibarizado.
Que no haya margen para
políticas fiscales que incrementen el déficit y la deuda pública, entre otras
razones porque no tenemos derecho a trasladarle una ingente deuda a los jóvenes y a
las generaciones futuras, no significa que no haya margen para políticas
fiscales, ni mucho menos que haya que comulgar con la austeridad entendida como
excusa para desmantelar logros sociales. El amplio margen para discutir de
política fiscal tiene que ver con las cuestiones clásicas de eficacia y
equidad, y con las preguntas de cuánto y cómo ingresar y cómo emplear esos recursos públicos.
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